Gabriela es contorsionista y cuando actúa toma el nombre de su bisabuela, Agavní. Agavní tiene puntos de un gris verdoso en la cara, marcas que los turcos le hicieron 60 años atrás. Prefiere callar, pero a veces cocina plegando hojas de parra o mezclando carne con menta, y las palabras se le salen solas.
La vida es una catástrofe, no hay forma de saber lo que va a pasar un segundo después. Siempre puede haber un viejo que entre a la plaza justo a la hora del cierre, como ahora.
Anselmo es alargado como el sauce que hace veinte años era una estaca al costado del rancho. El Gabi no había nacido, ni su hermano. Cuando Anselmo llegó a la isla, el patrón, don Esteban, le dejó tomarse el tiempo necesario para instalarse y lo ayudó con los materiales.