Los viejos conocen la normativa

Ilustración: Véronique Pestoni (2009, Revista Hamartia)

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La vida es una catástrofe, no hay forma de saber lo que va a pasar un segundo después. Siempre puede haber un viejo que entre a la plaza justo a la hora del cierre, como ahora. Le toco el silbato y le señalo la salida. Un minuto más, me pide con un gesto mientras su perro mueve la cola. Sí, viejo, pero cada minuto tuyo es robado a mi tiempo y andá a explicarle vos a mi mujer que otra vez llego tarde. El viejo no me contesta pero se pone una mano en el pecho y cae al piso. No puede estar pasándome esto. Su boina quedó tirada en el caminito de canto rodado. Era un viejo, los viejos se mueren todo el tiempo. El perro se sienta y lo mira con los ojos redondos llenos de lagañas. Veo que el viejo todavía respira y le digo que me perdone por gritarle y que tiene que salir ya mismo. Ir a un hospital. O al menos llegar al otro lado de las rejas. Hablo al pedo porque es como si estuviera sordo, ni siquiera es capaz de aguantar un minuto. Su pecho deja de subir y bajar. Tenía que dar diez pasos nada más, qué le costaba.

Pateo la boina. El perro corre hasta encontrarla y me la trae. Perro, está prohibido jugar en las plazas. Andate al sector de perros. No me entiende. El viejo sí me entendió. Los viejos escuchan la radio todo el día, así que conocen bien la normativa. Ahora voy a perder el trabajo. Ni documentos tiene, capaz que hasta los dejó en la casa a propósito. El tipo de Emergencias me dice que ya no puede hacer nada y que lo están llamando de la otra línea. Los conmutadores son un mal invento y la muerte no es ninguna urgencia. El tipo me corta y yo me quedo hablando solo. Sáquelo de acá, déjelo tirado afuera, por favor.El perro empieza a hacer un pozo. Perro pelotudo, ahora voy a tener que pagar yo tu multa. Te dije que te fueras a tu sector. Le hago la infracción, quizás sea la última que haga. Se la engancho en el collar. Llamo a Asistencia Social y me atiende una computadora que me guía para que pueda elegir las opciones correctas. Musiquita. Todos los operadores están ocupados.Ni indemnización me van a dar.

Me apoyo en el cartel y me saco la gorra. A esta plaza la cuidan Usted y yo, cuidador a sueldo de la empresa que mañana me va a mandar un telegrama de despido. En letra más chiquita: tienen la entrada prohibida los vendedores ambulantes y los empleados de funerarias. Decime entonces cómo puede existir un viejo tan hijo de puta. Venir a morirse acá y con un perro así de feo.La empresa colgó cámaras de seguridad de los árboles más altos, pero ninguna graba sonido. No tengo forma de probar que toqué el silbato.Y encima mi mujer, cómo hago para que entienda que esta vez no es mi culpa, que lo que menos quiero es que me echen. Miro a la cámara del fresno y dejo caer una lágrima.

 

Nota bibliográfica

“Los viejos conocen la normativa” fue publicado en Revista Hamartia en junio de 2009, con las ilustraciones de Véronique Pestoni que se incluyen aquí. En 2019, el cuento fue seleccionado por concurso para integrar la plataforma de Audiocuentos de la Nueva Narrativa Argentina, donde está ilustrado por Gabriela Salem y narrado por Hernán Domínguez Nimo.

Natalia Morandeira
Natalia Morandeira
Investigadora Adjunta

Soy bióloga, especializada en ecología de paisajes, vegetación y teledetección. Investigadora y escritora de ficción.